La ciclista de las soluciones imaginarias

Nuestras ciudades se componen de ladrillo, concreto y vidrio; de señales, aceras y árboles. Pero también de nuestros recuerdos, nuestra infancia, nuestra vida diaria. Así lo creía el señor Silva, contador público radicado en Gijón, hasta que una mañana se asoma a la calle y ve la nada.

A partir de ahí sospecha que su ciudad también puede ser el trazo que el Ayuntamiento quiere que sea: su reflejo: la materialización de oficios y memorándums como bardas y callejuelas alzadas luego de picar piedra. Entonces quizá su vida diaria tampoco es lo que él cree. Ni sus recuerdos. De hecho, se superponen imágenes de su infancia con sus padres, sus abuelos, Gijón, y su placentera estancia en la Ciudad de México donde cursó la universidad, con el presente.

Narrada de inicio como un desenfadado paseo por el barrio, la aparición de “la ciclista de las soluciones imaginarias”, detonadora y guía, intensifica la incertidumbre y el ritmo de la narración hasta desembocar en un vertiginoso sprint final.